Hace 196 años, y bajo el lema “De la Patria por nuestra voluntad”, los habitantes del Partido de Nicoya decidieron a cabildo abierto, libremente reunidos para aportar su opinión, unirse al recientemente proclamado Estado independiente de Costa Rica. Con este acto voluntario, el nuevo territorio aportó no solo mayor extensión, población y variedad de recursos naturales, como el especial bosque seco, sino que, además, vino a enriquecer culturalmente a la nación.
La gastronomía, la música, la oralidad, los saberes ancestrales, las tradiciones religiosas, entre muchas otras manifestaciones más, caracterizan al patrimonio cultural inmaterial de Guanacaste, por lo cual, en el marco del aniversario de la Incorporación del Partido de Nicoya, desde el Ministerio de Cultura y Juventud, repasamos algunas de sus principales expresiones, no solamente de las localidades que conformaron al Partido de Nicoya, sino de toda la provincia de Guanacaste.
“Las personas portadoras son esenciales en la transmisión de saberes y conocimientos ligados a las tradiciones y costumbres. Dichos hombres y mujeres son practicantes de una manifestación cultural, así como agentes receptores y transmisores del acervo que caracteriza a su comunidad. En ocasiones, los portadores de tradición aprenden la manifestación como oficio desde niños y niñas, a través de sus familiares o, bien, por contacto con miembros de una comunidad que poseen estos saberes. La transmisión de la manifestación cultural se efectúa mediante la práctica continua, de manera vertical, entre viejas y nuevas generaciones; o de manera horizontal, de una localidad a otra”, explicó Paola Salazar, antropóloga jefa de la Unidad de Patrimonio Cultural Inmaterial del Centro de Patrimonio Cultural del MCJ.
Por su parte, Sylvie Durán, ministra de Cultura y Juventud, expresó que “en conmemoración del aniversario de la Incorporación del Partido de Nicoya a Costa Rica, resulta indispensable repasar las prácticas y tradiciones culturales que caracterizan a la provincia de Guanacaste; el valioso aporte de sus habitantes en la construcción de la nación multiétnica y pluricultural en la que tenemos la dicha de vivir. Han pasado 196 años desde aquel 25 de julio de 1824, en que nuestro país dio un paso importante que elevó su extensión territorial, su población y, muy especialmente, su riqueza natural y cultural”.
A continuación, un repaso por algunas de las principales manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial guanacasteco.
Gastronomía. Ponche de maíz, pinolillo, tortilla dulce, rosquillas, perrerreque, yoltamal, tanelas, arroz de maíz… todos estos deliciosos platillos, forman parte de la cultura gastronómica costarricense, heredada por los antepasados. Según la declaratoria del maíz, en sus variedades autóctonas, nativas y criollas, como Patrimonio Cultural de Costa Rica (Decreto N° 38538 de 2014) los vestigios de la presencia y uso del maíz en Costa Rica, se remontan a 3.000 años a.C., en lo que hoy es Guanacaste.
“Nuestras comidas a base de maíz son, y han sido, una herencia cultural de gran valor nutricional, ya que, según estudios, este ingrediente ha generado que seamos una Zona Azul en el mundo. Hasta la fecha, hemos continuado elaborando comidas y bebidas a base de maíz, que son fuente de trabajo”, expresó Ligia Maria Gómez, administradora del Mercado Nicoa, en el cantón de Nicoya, Guanacaste. Leer más.
Alfarería. La tradición de elaborar piezas cerámicas de influencia chorotega, se considera un patrimonio vivo. Desde las poblaciones originarias de Guanacaste, a las de hoy, la alfarería se mantiene vigente en localidades como Guaitil de Santa Cruz, Las Pozas y San Vicente de Nicoya; Puerto San Pablo y Santa Rita, en Nandayure, así como en Tempatal de La Cruz.
De acuerdo con Iria Salas, investigadora, artista ceramista y docente de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica, la alfarería posiblemente comenzó a ser manufacturada en Guanacaste hace cuatro mil años. Las evidencias más antiguas provienen de la cordillera de Tilarán. Respecto a la producción de cerámica chorotega actual, data de principios del siglo XX, cuando los hombres colaboraban en la obtención y preparación de materias primas y las mujeres desarrollaban la actividad y transmitían sus conocimientos a las nuevas generaciones. Leer más.
Religiosidad. Las celebraciones enmarcadas en la religiosidad popular son referentes de identidad para diversas localidades guanacastecas; las características de sus rituales, lúdicos y religiosos, así como la variedad de expresiones gastronómicas, son reflejo del sincretismo cultural que se produjo en la región desde la época de la colonización.
Precisamente, tradiciones que hoy se mantienen vivas, como la Festividad de Nuestra Señorita Virgen de Guadalupe, en Nicoya, o la Festividad del Santo Cristo de Esquipulas, en Santa Cruz, reúnen prácticas, saberes y tradiciones que conforman parte esencial del patrimonio cultural inmaterial que caracteriza a estas localidades de la provincia de Guanacaste.
“Las tradiciones religiosas son prácticas que propician la cohesión social y el sentido de pertenencia a un grupo social, mediante la fundación de cofradías, cuyas funciones rituales, solían planear, organizar y dirigir la vida festiva y las actividades caritativas de la población. Actualmente, la población laica, mediante la organización familiar, promueve y salvaguarda las prácticas que resaltan la identidad cultural guanacasteca”, afirmó Paola Salazar, jefa de la Unidad de Patrimonio Cultural Inmaterial del Centro de Patrimonio Cultural. Leer más.
Oralidad. El lenguaje y las formas particulares de hablar son expresiones de la cultura; no solo parte de la natural y cotidiana comunicación, sino también depositarios de la identidad cultural, las tradiciones y la memoria colectiva; transmisores del patrimonio cultural inmaterial de los pueblos.
En Guanacaste la cultura se manifiesta en la parte oral del lenguaje, en múltiples y particulares expresiones de sus pobladores; en palabras relacionadas con un oficio, como puede ser el del sabanero, el boyero o el agricultor guanacasteco; en algunas expresiones vinculadas a las actividades del campo, e incluso, al paisaje; y en las tradiciones orales, como bombas y retahílas.
“El habla de Guanacaste se distingue del resto del país en cuanto a la pronunciación, algunos rasgos gramaticales, y, sobre todo, respecto del léxico, que en buena medida la acercan más al habla de los países del norte centroamericano, que al habla del Valle Central”, expresó Miguel Ángel Quesada Pacheco, lingüista, investigador, miembro de la Academia Costarricense de la Lengua, de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica y Premio Nacional de Cultura Magón 2014. Leer más.
Saberes | El Sabanero. “El sabanero es una figura icónica en la memoria colectiva de Guanacaste. Considerado como el señor de las sabanas, fue el que se desplazó habilidoso por los llanos y las montañas. Experto lazador, vaquetero, montador insigne, arriador de interminables y solitarios caminos; con cuernos y canciones convocaba a los animales a la fierra, al corral, a los baños; y a las largas travesías rumbo al norte o al centro del país”, describe María Soledad Hernández, en su investigación para el Centro de Patrimonio Cultural.
Cuando el Partido de Nicoya decidió unirse a la República de Costa Rica en 1824, ya ese territorio, conformado por los actuales cantones de Nicoya, Liberia, Santa Cruz, Carrillo y La Cruz, estaba perfilado hacia un desarrollo económico basado en la hacienda ganadera; espacio de aprendizaje, trabajo y ocio del sabanero.
El sabanero ha sido un portador de cultura a través de generaciones en buena parte gracias a estos espacios de trabajo y ocio. Así lo constata Hernández: “La comprensión de su vida, de su entorno, de su interacción con la naturaleza y con los animales en las haciendas, constituye un hecho relevante para la recuperación de la historia local, una historia que tiene mucho para ofrecer y mucho más que decir sobre la constitución de la identidad de la región y de su continuidad a través del tiempo”.
Música | El Quijongo Guanacasteco. Una vara de dos metros de largo proveniente de guácimo ternero, una cuerda atada de extremo a extremo, una caja de resonancia, un pañuelo y un jícaro llanero, conforman un quijongo guanacasteco. Este es un instrumento nacional que, junto con la marimba, lo hace uno de los más característicos de la provincia de Guanacaste, tanto por su origen, como por su influencia en la producción musical en esta región.
Actualmente, el quijongo es considerado como patrimonio musical guanacasteco. Al ser un instrumento accesible, permitía, en las noches silenciosas de luna, ser un acompañamiento musical para propiciar veladas y espacios de ocio entre los habitantes de las haciendas. Además, su melodía es complemento en géneros autóctonos, como la conocida parrandera.
En la actualidad, existen únicamente dos portadores de tradición, también llamados tesoros vivos, quienes conocen los detalles de construcción y ejecución del quijongo guanacasteco: Eulalio Guadamuz, de Bagaces; e Isidoro Guadamuz de la O, de Santa Cruz; ambos reconocidos como Premio Nacional de Cultura Popular Tradicional 2014, por el Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), al ser de los últimos quijongueros que se han dedicado a la transmisión del conocimiento sobre la construcción e interpretación, así como a la promoción de este instrumento musical en Guanacaste. A ellos se suma una nueva generación de quijongueros que han sido resultado del arduo trabajo de rescate y conservación de esta manifestación cultural, desde el MCJ, en alianza con el Ministerio de Educación Pública, mediante talleres a profesores de música en la provincia.
Patrimonio arquitectónico | Templo de San Blas. En el caso del patrimonio histórico arquitectónico, Guanacaste cuenta con múltiples edificaciones con dicha declaratoria. Destaca en el cantón de Nicoya el templo de San Blas, considerado una de las edificaciones con más historia cultural de la provincia de Guanacaste, y la cual fue declarada como Sitio de Interés Histórico-Arquitectónico en 1995.
La construcción del primer templo se estima que inició hace casi 500 años (1522-1544), la cual, de acuerdo con el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC), estaba conformada por paredes de madera y techo de paja, parecidas a las viviendas de la población indígena. A lo largo de los años, el templo ha sufrido variadas reconstrucciones debido a diversos incidentes naturales como movimientos telúricos e incendios, que se dieron entre 1822 y el 2012; este último, el terremoto de Sámara, provocó un resquebrajamiento de ciertas partes del templo como las bóvedas y las paredes.
En 2019, luego de un proceso paulatino de restauración por parte del Centro de Patrimonio Cultural, cuya inversión ascendió a ¢670 millones de colones, el templo abrió sus puertas al público con una sorpresa dentro de su infraestructura, ya que incorporaron elementos conocidos como las ventanas arqueológicas, espacio donde las personas pueden ver extractos de la historia y el legado arquitectónico de este patrimonio.
Precisamente, con la inversión del Centro de Patrimonio Cultural, la antigua y querida ermita seguirá siendo epicentro de la ciudad de Nicoya, de sus fiestas patronales en honor a San Blas, cada 3 de febrero, y de las Festividades de Nuestra Señorita Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre; de alegres mascaradas, juegos de pólvora, procesiones católicas de Semana Santa y un sinnúmero de festividades y tradiciones que la han convertido en ícono de comunidad y de Costa Rica.