Aún sentada en el piso, Estefanía Dondi Aguilar es un torbellino. Con la espalda erguida, mueve sus brazos para gesticular sin descanso, voltea el rostro, se acomoda el ensortijado cabello, y sus piernas van de lado a lado siempre conservando una buena línea.
Pero Estefanía no está danzando; habla, responde a unas preguntas sobre su designación como Premio Nacional de Danza a la Mejor Intérprete 2014, galardón que recibió el 27 de mayo, en el Teatro Nacional.
“Estos premios siempre son muy juzgados por el gremio y el hecho de que fuera para una bailarina independiente. Tengo mi estilo de danza, que no necesariamente es el que se cree podría ganar el premio, o complacer los gustos; aporta fe de que sí se puede a muchas personas en mi misma condición”, apuntó la bailarina.
Dondi practicó desde pequeña gimnasia olímpica y ballet clásico. Esta fue la época en que la danza contemporánea no le gustaba “para nada”, pues estaba más que entrenada en la rigidez de estas disciplinas, por lo que aquellos movimientos le parecían “de monillos haciendo horrible”. Su mente no era capaz de asimilar la libertad del género contemporáneo.
Tiempo después, a sus escasos 17 años, la danza contemporánea logró seducirla, y tras un breve paso por la Universidad Nacional (UNA), hizo la audición para incorporarse al Conservatorio El Barco del Taller Nacional de Danza. “¡Y me encantó!, una cosa me llevó a la otra y siempre quería más, siempre sigo queriendo más”, confesó con emoción.
Actualmente, Dondi, de 27 años, tiene un criterio muy diferente de la danza contemporánea. “Este es mi lenguaje, mi vibración, es mi motor, son mis dibujos de la vida y es mi diario, mi biografía, todas mis experiencias y vivencias. También es mi psicólogo; el lugar donde puedo ser más honesta”, expresó.
Del año que la bailarina estuvo formándose en la UNA, reconoce la influencia de dos o tres profesores quienes lograron sembrarle el gusto por el género contemporáneo.
“Me llevaron a estados físicos en que la sensación es tan grande que se desborda; una se pregunta qué está pasando, porque se empieza a sentir como una vibración sin razón alguna. Estás tan cansada que el cuerpo te lleva a ciertos estados emocionales y es todo un reto”, relató.
De hecho, si se le pregunta sobre su motivación para practicar este tipo de danza, Dondi se refiere al gusto por llevar su cuerpo al límite.
“Esa sensación física y emocional, llegar exhausta, sentir que ya no doy más, pero qué contenta que estoy. El poder tener esa sensación porque es tu trabajo, me parece una bendición”, expresó. Y al tiempo acepta que: “como todo bailarín soy ególatra; el momento antes del escenario y cuando estás ahí, sentir a la gente, salir a saludar y que te aplaudan, es alimentar el espíritu, el ego, es lo bonito de la vida”.
Además de bailarina independiente, -actualmente trabaja con el Colectivo Clá-, Dondi es coreógrafa. Su más reciente producción, “Entre la locura y la belleza”, es un solo de 14 minutos que ha presentado en 15 ocasiones en el país, Panamá, México y Bélgica. Para la ceremonia de entrega de los Premios Nacionales de Cultura, ella bailará un extracto de esta coreografía.
“La música y las sensaciones físicas que busqué dentro de cada pieza: sensación de caída, suavidad, contraste, voy agregando tensión, son muy acertadas para generar la reacción de la gente. Pero también lo que pasa es que disfruto un montón haciéndola y, como es improvisada, deja espacio para ser más honesta con lo que siento en ese momento, que puede ser tristeza o esperanza, eso varía”, apuntó.
Todo este torbellino de sensaciones en movimiento no escapó a los ojos del jurado, quienes argumentaron su designación “por su versátil nivel técnico-interpretativo y su presencia en la escena nacional en diversas propuestas dancísticas, enfrentando con solvencia, creatividad y madurez interpretativa, la diversidad de lenguajes de movimiento de manera significativa”.
Según comentó la coreógrafa, el proceso creativo inicia con las imágenes mentales, las que luego pasan a una especie de plano con bocetos e indicaciones generales sobre sus movimientos en el escenario.
“Primero hay que tenerlo escrito y después ir al salón a experimentarlo. Trabajo sin una temática determinada, básicamente son tareas de movimiento con la música y me gusta emplear música clásica porque tiene muchos colores y tonos, entonces se puede jugar mucho con sensaciones en el cuerpo o imágenes; es con lo que monto mis coreografías”, explicó.
Aprendizaje fuera del país
Parte de su formación como bailarina y coreógrafa, Estefanía Dondi la adquirió en Austria, en Salzburg Experimental Academy of Dance (SEAD), donde estuvo del 2010 a 2012. Sin embargo, más que aspectos propios de la danza, sostiene que su mayor aprendizaje en ese país fue de actitud.
“Aprendí que los problemas que uno tenga, no se resuelven afuera. En ese momento estaba muy peleada con la danza del país y pensé que allá se resolvería todo y no fue así. Siempre busqué más, pero aprendí a valorar mi raíz, mi educación, mi país y mi cuerpo, con sus limitaciones; acepté que ese era el paquete para poder alcanzar otras cosas. Fue caer en la realidad cruda y dura de un solo golpe, pero fue muy rico, un momento de introspección”, confesó la artista.
Cuando volvió dos años después, era el tiempo para reconciliarse con el medio nacional. “Aproveché y valoré cada persona, cada cosa, momento, espectáculo. Cuando llegué, quería ver todo, bailar de todo, pero con una idea de absorber, de perdonar.
Luego concluyó: “Hay que aprender a no quejarse tanto ni echarle la culpa a los demás; hay que trabajarlo una misma y poner la energía necesaria para salir adelante”.
Dotación económica del Premio impulsará su carrera
Después de trabajar con esa fuerza en varias propuestas independientes de danza, Estefanía Dondi llegó a finales del 2014 plena, pero sin dinero.
“Fue como golpearse contra el piso, es cierto, muy bonito, pero no podía seguir así”, recordó. Trató de prepararse mentalmente para asumir con resignación un “trabajo normal” y fue cuando vino el anuncio del premio en enero del presente año. “Fue como si me dijeran: sí, está haciendo bien las cosas, siga por ahí. Este premio significa un impulso para seguir”, comentó.
Cuando ella habla del impulso que significó su designación como Mejor Intérprete de Danza 2014, casi se le puede entender en un sentido literal, pues afirma que con la dotación económica del premio volverá a Bélgica al finalizar el presente año.
“Quiero volver a ir pero en otros términos, quiero brincarme la cerca. Sé que en este país si te esforzás y sos honesta, tenés trabajo, pero el mundo es tan grande, hay tantas cosas y tanta gente maravillosa que no los quiero ver por YouTube; quiero estar con ellos en una clase. Ahora no tengo ningún compromiso personal y digo: ¿por qué no? es el momento para absorber y conocer”, dice con evidente emoción reflejada en el rostro y aún más en la totalidad de su cuerpo.
“Bélgica es simplemente un punto, porque hay mucha danza, mucho arte. Si me sale una residencia en Italia o Israel, estoy abierta a eso. Quiero fluir y que la vida me lleve a donde tenga que ir y si salen proyectos acá quiero tener el espacio para volver, pero manejándome desde allá. Todo está tan bien en este momento que tengo que aprovechar la cumbre de la ola”, agregó con entusiasmo.
Estefanía Dondi, la bailarina y coreógrafa, el torbellino contenido mientras está sentada en un salón de ensayos respondiendo preguntas, se vislumbra viajando por el mundo, bailando y absorbiendo experiencias, vivencias, “cosas para decir”, sensaciones que formarán parte de su repertorio. Ella quiere “ver, sufrir, vivir, amar, reír” y, por supuesto, continuar girando su torbellino de sensaciones en un escenario mayor.