Pocos conocen la historia detrás del 25 de noviembre, “Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”. Fecha en la que el dictador Rafael Trujillo, en 1960, envió a aniquilar violentamente a Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, tres hermanas conocidas como “las mariposas”, no por su fragilidad, sino por su determinación en defender sus derechos y los de las mujeres dominicanas que vivían bajo el opresor Trujillo.
Treinta y nueve años pasaron, entre el asesinato y la declaración del “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, por parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 1999. Desde entonces, se han logrado avances para visibilizar las distintas formas de violencia contra las mujeres, no obstante, queda un amplio camino qué recorrer.
Las estructuras productivas y las organizaciones son esenciales para legitimar, en la práctica, la aspiración de alcanzar una sociedad que calibre la balanza de las oportunidades, los reconocimientos y los méritos para miles de millones de mujeres que trabajan a diario buscando sustento para sus familias, contribuyendo con el bienestar y el desarrollo de su comunidad.
Empresas como WeWork, conscientes de esta realidad, promueven la inclusión a través de un entorno que empodera a todas las personas colaboradoras en igualdad de condiciones.
“En WeWork consideramos que las empresas deben tomar acciones concretas en favor de la eliminación de todo tipo de violencia contra las mujeres, por ejemplo, desarrollando procesos sistemáticos de contratación que contemplen la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, creando mecanismos que impulsen la equiparación salarial por funciones y responsabilidades; así como también promoviendo prácticas internas que contemplen las necesidades diferenciadas por género en temas como el recargo familiar, el cuido, la salud, e incluso, las dinámicas socioafectivas en el entorno empresarial” menciona Cristina Sancén, Head of Public Affairs and Corporate Communications de WeWork Latam.
Desde esta perspectiva, que una empresa aborde con acciones reales y estratégicas la prevención de la violencia contra la mujer es una inversión que disminuye costos invisibles en la productividad ya que su aplicación hace más eficiente y eficaz la cadena de valor y prepara mejor a la empresa para un mercado altamente sensible a la equidad de género; al mismo tiempo, es una manera evidente de aumentar el bienestar del personal y facilitar su concentración para un mejor desempeño, con la consecuente fidelidad a raíz de una legítima cultura de equidad en toda la transversalidad del negocio.
No es fortuito que las organizaciones de vanguardia se tomen muy en serio la equidad de género como planteamiento estratégico en seguimiento del Artículo 3 de la declaración del “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, el cual, señala que: “La mujer tiene derecho, en condiciones de igualdad, al goce y la protección de todos los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural, civil y de cualquier otra índole. Entre estos derechos figura el derecho a condiciones de trabajo justas y favorables”.
El resultado positivo de contar con un enfoque de este tipo es tan claro que los mismos Objetivos de Desarrollo Sostenible tienen como su quinto propósito la igualdad de género. Las organizaciones no solo deben apuntar en esta dirección si quieren seguir siendo competitivas, sino que también deben plantearse un principio de tolerancia cero, con respecto a la violencia económica, psicológica, emocional, física o sexual contra las mujeres.
La violencia contra la mujer es la manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales que han conducido a que el hombre domine a la mujer y discrimine contra ella, impidiendo su adelanto pleno y en muchos casos, esta problemática social todavía sigue siendo abordada con una actitud silenciosa por parte de amplios sectores sociales.
Como sociedad, aún existen amplias brechas qué cubrir, tales como, el acceso limitado de las mujeres al empleo, la educación y la formación, así como la dependencia económica y la infrarrepresentación en la política, el poder y la toma de decisión; sin embargo, las empresas tienen la posibilidad de actuar, desde su habilidad crítica y su potencial dinamizador, en aras de construir un futuro promisorio no sólo para las niñas y mujeres de hoy y del futuro, sino para la sociedad como un colectivo que reconoce el invaluable aporte de todos sus miembros.