El árbitro nacional Luis Enrique Torres se encuentra en Los Chiles, en una de las trincheras de batalla contra el COVID-19, pero no da el combate con su silbato y sus tarjetas, sino más bien con su arma y esposas como oficial de fronteras de la Fuerza Pública.
Torres, quien es silbatero de futbol playa desde el 2005 (con gafete FIFA desde el 2019) y policía desde hace un año, cuenta cómo ha cambiado su vida y la de su familia desde que inició esta pandemia. “Mis padres y hermano son en quienes más pienso. Por eso, tomo las previsiones del caso y extremo las medidas de higiene, ya que ellos son hipertensos. Ya a estas alturas, pienso más en la salud de mis seres queridos como mis hijos, que en la mía propia”, añadió con preocupación Torres.
El trabajo en la zona fronteriza. La labor que Torres y sus compañeros realizan en la frontera es desgastante y minuciosa. Para este oriundo de Cachí de Cartago, los patrullajes a pie, detectando personas que pretenden ingresar al país de manera ilegal, y los retenes, son cosa de todos los días.
“Desde que esta pandemia inició ha sido una gran responsabilidad. Nosotros tenemos el deber de impedir que algún extranjero ingrese al territorio nacional. Intervenimos muchos buses, gente indocumentada que no sabemos cuál es su estado de salud”, añadió.
“Los puntos ciegos en los casi 300 kilómetros de frontera son los más complejos, ya que los traficantes conocen que por estos sitios podría ser más fácil el paso. Estos son los riesgos que nos tomamos todos los días como parte de nuestras labores. Es para contribuir con la salud de todos los habitantes del país que aquí estoy bien plantado, con el silbato en la mano”, dijo el oficial de policía, que mantiene la esperanza de volver pronto a las canchas.
Valiosas enseñanzas. A pesar de que su lucha no ha sido sencilla, puesto que el oficial Torres debe impedir una migración ilegal a nuestro país, este silbatero reconoce que su profesión en la Fuerza Pública le ha permitido ser un árbitro con más cualidades positivas dentro de las canchas de arena.
Si bien es cierto que la actividad en el fútbol playa está lejos de arrancar, Torres -de 36 años- mantiene una constante comunicación con el preparador físico y la expectativa de volver a pitar pronto. El tema de los horarios de trabajo y la coordinación para impartir justicia en el torneo nacional son situaciones que le preocupan, sin embargo, su prioridad radica en salvaguardar la frontera norte de quienes puedan poner en peligro la salud colectiva.
“Estar arbitrando es lo que más añoro, estrechar la mano de los jugadores cuando dirigís un buen partido, y abrazar con tranquilidad a mis hijos también se extraña. Pero ahora son más importantes nuestras vidas, por eso les pido a los costarricenses que al igual que nosotros, se pongan la camiseta porque aún nos falta el pitazo final”, subrayó el árbitro.