Los costarricenses tenemos un ineludible compromiso ciudadano este primer domingo 2 de febrero del 2014. Nuestro sistema democrático nos permite emitir libremente el sufragio para elegir y votar por nuestros representantes, esta vez, en dos contextos: ejecutivo y legislativo.
Este ejercicio cuatrienal es un anhelo o una utopía en muchísimos países del orbe. Millones de habitantes en el mundo desearían tener esta excepcional oportunidad que, aquí, se desperdicia, increíblemente, con el abstencionismo o la pereza cívica.
Sé que existe un marcado desencanto con la clase política costarricense; de hecho, ningún sistema está exento de errores, en ninguna parte del mundo. Sin embargo, a pesar de esos imponderables, tenemos un deber cívico con el país donde vivimos. Si es que en verdad deseamos una Costa Rica, enrumbada por el camino costarricense, como siempre nos ha caracterizado.
¿Cúantos pueblos del planeta desearan contar con el poder del voto para elegir libremente a sus gobernantes? Por ello, no dejemos pasar esta oportunidad para ejercer a plenitud este derecho conquistado. Para las nuevas generaciones, prácticamente entregado, sin costo alguno, para que se ejerza sin ninguna lucha de por medio, como sí les costó a miles de costarricenses en diversos estadios históricos, por ejemplo, el que la mujer tuviese acceso a ese derecho significó una enorme lucha para otras generaciones.
Recordemos, como decía sabiamente el Dr. Francisco Vargas Vargas (1909-1995): “Nosotros no somos más que el puente sobre el cual pasarán las futuras generaciones”, por ello, debemos dejar bien fortalecidas las bases de dichos puentes.
Uno sabe que esta campaña electoral ha estado llena de insultos, promesas de regalías poco creíbles y bajo perfil en el planteamiento de sus idearios, como respuesta a la solución de los acezantes problemas del país. Uno encuentra en el panorama de políticos emergentes, muchas ocurrencias y criterios pocos reflexivos ante las diversas y reales problemáticas que presenta el país.
Pero, precisamente, ahí, ese un parámetro para elegir y poder votar, o bien, no votar por esas opciones poco serias para los intereses del país que todos anhelamos que progrese, pero que también depende de la actitud de cada uno de nosotros. A veces, muchísima gente cree que los problemas son asuntos de los otros, de los demás, y se automarginan en una posición simplista de enfrentar las coyunturas.
Asimismo, que la papeleta presidencial es un enjambre de propuestas políticas y politiqueras, así como de extrañas adhesiones de último momento, adhesiones insospechadas y cambio de banderías políticas de algunas figuras públicas en las que alguna vez creímos y, ahora, descalificamos por ese vaivén de banderías.
Los pueblos aspiran a mejorar sus condiciones de vida, producto de una elección personalizada, con la conciencia cívica ante el poder ciudadano del voto, un derecho inalienable por el cual lucharon generaciones antecedentes.
Esta vez, habrá 13 candidatos a la Presidencia de Costa Rica. El total de electores con derecho al voto es de 3 078 321 personas. De ellos, una mayoría son mujeres con 1 542 452 y los hombres un total de 1 535 869. El total de compatriotas, quienes podrán votar desde el exterior será de 12 654 y desde los centros penitenciarios podrán votar 8 634 electores (Mata, La Nación 4A: 26-1-2014).
Como un homenaje a esa conquista singular y a sus gestores históricos, nuestra cita ante las urnas será este 2 de febrero, sin excusas baladíes o desidia. No se vale, estimados lectores, que alguien prefiera irse a la playa, a la montaña, tener un día libre, si ese compromiso con la patria es cada cuatrienio. Costa Rica tiene el voto directo desde 1913 y el voto secreto desde 1925. Asimismo, en 1949 se estableció el voto femenino.
Es claro que hay otras opciones, como dejar la papeleta en blanco, o bien, anular el voto, en señal de protesta. Si la conciencia de cada elector dicta esas alternativas, que respeto, pero no comparto, toda vez que hay una variopinta oferta de opciones partidistas.
Paralelamente con la elección de quien ejercerá la presidencia de nuestra patria, como electores, tenemos otras responsabilidades, de entre la enorme cantidad de aspirantes diputadiles. Debemos analizar, muy bien, cada nombre, cada opción, cada alternativa, preguntarnos y averiguar qué han hecho los aspirantes, porque los diputados han de ser los voceros de nuestros pueblos ante la Asamblea Legislativa.
Muchos, con descaro, una vez electos no se aparecen en sus pueblos y, mucho menos, trabajan ni luchan por ellos. Como ya estamos cansados de esos jueguitos, llegó la hora de hacer una elección muy razonada, no de papeletas partidarias, sino de nombres que, en verdad, trabajen por los más altos intereses de sus comunidades. En mi caso, pienso quebrar el voto, pues he ponderado muy bien, a quién le daré mi voto para diputado.
Será el momento oportuno para sustituir la ineficiencia recurrente. Nuestro voto también castigará la mediocridad o el poco compromiso de muchos representantes “populares”. En ese contexto, debemos ser celosos al emitir el voto, porque los representantes populares deben ser los gestores inmediatos del desarrollo comunitario integral y no andarse escondiendo de quienes los eligieron. Hay nombres que candidatos y candidatas que asustan, porque nunca han hecho nada por sus comunidades y se presentan como una opción “popular”. Ya el pueblo no se deja engañar por esos mecanismos.
Los números de las más recientes encuestas proyectan una segunda ronda, que sería en la primera semana de abril. Que esa eventual coyuntura no sea otra excusa para que unos no voten ahora y se esperen al mes de abril.
Este 2 de febrero debe ser una fecha de alegría cívica, de bienestar interior, por cuanto revalidamos un ejercicio de conciencia para todos: el poder cívico del voto. Todos tenemos la palabra.
Reiteramos nuestra confianza en el TSE, garante del escrutinio costarricense. Es una cita para construir la Costa Rica de los próximos cuatro años.
En mi caso, será la novena vez que pueda ejercer este inalienable derecho cívico que fortalece la libertad y la democracia de mi patria costarricense.
Conciudadanos: seamos protagonistas y no observadores de nuestra propia historia. Nuestro voto suma y decide. Ejerzamos ese compromiso de conciencia. Recordemos a José Martí cuando dijo: “La patria es ara, no pedestal”.
Lic. Miguel Fajardo Korea/ Centro Literario de Guanacaste, Costa Rica/minalusa-dra56@hotmail.com