La erradicación de la pobreza debe constituir la prioridad absoluta de toda política de desarrollo. La pobreza extrema es un freno al pleno ejercicio de los derechos humanos, un obstáculo al desarrollo y una amenaza para la paz.
Varios millones de personas siguen sucumbiendo al hambre. Entre 2011 y 2013 aún padecían hambre crónica 842 millones. ¿Cómo concebir, en tales circunstancias, la consecución de una paz duradera y un desarrollo sostenible? Se trata de una afrenta a la sociedad, a la idea misma de la dignidad humana, de una realidad que nos interpela y debe despertarnos colectivamente.
Es posible dar un vuelco a la situación: existen soluciones, y la primera de ellas es la educación, que abre el camino a la inserción social, las competencias y el empleo. La educación es la principal herramienta para erigir sociedades igualitarias, en especial para la mujer. La educación permite adquirir autonomía y mejorar desde el rendimiento de las cosechas hasta la salud, pasando por la vida de los niños.
Más allá de los indicadores económicos, más allá de los recursos materiales y de umbrales definidos en “dólares por día”, la pobreza tiene que ver con la inclusión social, con la posibilidad de que cada cual tome plenamente las riendas de su vida y le confiera sentido.
En el futuro, para avanzar en el combate contra la pobreza harán falta soluciones innovadoras, que permitan atacar de frente los aspectos económicos, sociales y éticos de la cuestión.
De unos años a esta parte, las instancias que participan en esta lucha vienen prestando especial atención al papel de la cultura y las actividades culturales. Los resultados obtenidos con los proyectos de “Cultura y desarrollo2 liderados por la UNESCO evidencian las posibilidades que ofrecen las industrias creativas, la artesanía y el sector cultural para crear empleo y crear las condiciones necesarias para el diálogo social, la inclusión y la autoestima.
El patrimonio cultural y la creatividad pertenecen a los pueblos y constituyen el sustrato a partir del cual impulsar un desarrollo plenamente controlado. Es imperativo que en la nueva agenda para el desarrollo después de 2015 se reconozca plenamente este potencial que encierra la cultura.
No se trata de reducir la pobreza. El objetivo no es este, sino el de erradicarla, el de llegar al nivel cero, y es un objetivo que está al alcance de la mano. La pobreza está reculando a una velocidad sin precedentes. En 1990, un 43% de la población mundial vivía en la extrema pobreza, con menos de 1,25 dólares estadounidenses al día.
Hoy ese porcentaje es de apenas un 21%. Pero sigue siendo demasiado. La humanidad no podrá imaginar futuro alguno mientras millones de personas sigan atrapadas en la lucha por la supervivencia diaria. Mientras subsistan tamañas desigualdades no habrá paz duradera ni desarrollo sostenible que puedan advenir.
Hoy, habitada pues un sentimiento de urgencia y por la certeza de que podemos conseguirlo, exhorto al conjunto de gobiernos, entidades de la sociedad civil e instancias públicas y privadas a crear más riquezas y a compartir mejor la riqueza existente por el bien común de la humanidad.