Cada vez que se habla de ambientes seguros para la niñez y la adolescencia, la primera referencia mental es su propio hogar. Esta visión, aunque cierta en muchos sentidos, no es exhaustiva. Esto se debe a que los entornos seguros deben contemplar todos los espacios en que la niñez y adolescencia se desenvuelva.
Hablamos entonces, no solo del propio entorno familiar, sino del barrio, la comunidad, la escuela, los espacios de juego, la iglesia y las instituciones con que ellos y ellas se relacionan.
Tener esta noción es especialmente relevante en momentos en que las personas menores de edad pasan más tiempo cerca de sus madres, padres de familia o personas cuidadoras, como suele ocurrir durante la Semana Santa.
En este sentido, un entorno seguro no se refiere a un espacio físico en particular, sino más bien a que las interacciones de la niñez y los adolescentes con los adultos sean constructivas y positivas.
Por esta razón, recae sobre los mismos adultos la responsabilidad de educar y guiar a las personas menores de edad según un enfoque de derechos y contemplando el interés superior de la niñez.
Como explica la experta Lic. Arantxa León Carvajal, psicóloga de World Vision Costa Rica, un entorno seguro es un espacio de interacción positivo, libre de violencia, en que las personas menores de edad se desenvuelven fácil e inclusivamente con sus pares y otras personas.
Para la experta, estos espacios generan confianza y apropiación para resguardar a las personas menores de edad de situaciones que podrían implicar abuso o negligencia.
En este sentido Arantxa León, plantea tres recomendaciones clave para que las madres, padres de familia o personas cuidadoras puedan crear espacios seguros para la niñez y los adolescentes en sus propios hogares:
1- Abra las vías de comunicación: es importante generar espacios para escuchar a sus hijas e hijos atentamente y sin juzgarles. Si esta tarea se les dificulta, intente transformar esta interacción en un juego que estimule a las personas menores de edad a hablar abiertamente.
Otra técnica es definir un día para escribir e intercambiar cartas para contarse entre los miembros de la familia lo que hicieron durante la semana y compartir palabras afectuosas entre ellos.
2- Haga de su casa un refugio: Ciertamente, en ocasiones los días como madres, padres de familia o personas cuidadoras pueden resultar difíciles; lo mismo le sucede a las hijas e hijos. Es importante asegurarse de que la casa sea un lugar seguro en donde las personas menores de edad puedan refugiarse de situaciones hostiles que pueden estar viviendo en sus escuelas, en el barrio, o en la localidad donde se desenvuelven. P
ara ello, es importante que sientan su casa propia como un sitio seguro para ellos y ellas. Para estimular esta visión los adultos pueden impulsar en casa el desarrollo de actividades artísticas como la pintura, el teatro, la danza o la escritura que les permitan expresar aquello que les preocupa.
A través de estas dinámicas, es posible crear un escudo familiar protector en su propio entorno. Un ejemplo sería compartir durante la realización de una obra y ubicarla en algún lugar visible de la casa.
3- Procure un entorno digital seguro: Siempre es conveniente conocer el mundo digital en que se desenvuelven los hijos e hijas, sin embargo, este acercamiento no debería entrar desde la censura y el reproche sino a través del conocimiento y la participación en el tipo de consumo digital que ellos y ellas hacen.
El conocer y acompañar lo que los niños, niñas y adolescentes hacen en línea es fundamental para su seguridad personal. Siéntese a su lado cuando están jugando videojuegos y pídales que le enseñen a jugarlo, tómese fotos con filtros divertidos para sus redes sociales o simplemente vean juntos los videos que más les gustan.
Si bien debe existir un control en el contenido al que acceden, también la clave es no juzgar, sino enseñarles a protegerse en el mundo digital y aplicar criterios que les permitan determinar qué es mejor para ellos y ellas.
Para Arantxa León, seguir estos tres consejos puede ser de gran utilidad para crear entornos más seguros para la niñez y la adolescencia y el hecho de que ellos y ellas puedan estar más tiempo con su familia debe enfocarse como un periodo muy oportuno para estrechar vínculos, conocerse mejor a sí mismos y crear una cultura de educación con ternura que refuerce su resiliencia frente a situaciones de riesgo.